bueno, y todo eso

el crujido de las hojas secas que tenemos justo en las esquina de los hombros
con ese ronroneo oscuro del viento que se cuela por las cañerías del corazón;
el escapar de un juego inútil de cartas al que nadie sabe jugar y mucho menos
nadie presta atención
el silencio que viene después de unos gritos espeluznantes cuando la tele está encendida
el ruido vacío de golpear una puerta para no querer entrar después.

el color de las estaciones del año que se conjuga con las hojas desperdigadas de los
calendarios que quizá son de hace siete años
cuando todavía éramos niños, quiero decir
el rasguido de hacer el garabato de una firma y el deje de soltar el bolígrafo sobre la mesa
sin ningún cuidado. 
la historia de unos zapatos que podían cruzar charcos en cinco o seis pasos
el escondite detrás de la mesa del escritorio, justo donde el brasero echaba su calor
y donde ya nunca más jugaré
el acento pegajoso de un niño pequeño contando hasta diez, no sin dificultad
el tictac del teclado, que ya no suena
las notas de un piano que sonaron hace media hora
y el pequeño terremoto en los cristales de la cocina cuando has pegado el portazo al salir. 

bueno, y todo eso, ya sabes. 
o quizá no sepas. 

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