En todo lo que hago en mi vida hay un límite. No lo puedo cruzar. O naces en un lado o te pudres en el otro. No hay más opciones. Lo peor es que creo que en ese límite hay alguien, pero que sólo calla y mira. Que es el que abre la puerta (que más bien es una rendija estrecha) para pasar al otro lado.
Y creo que el hijo de puta se ha tragado mi llave.
Y aquí estoy. Pudriéndome.
Lo bueno de estas cosas es que te das cuenta de lo que pasa: el mundo no evoluciona. Las personas no hemos evolucionado. Seguimos en la misma sociedad clasista. Pintada de otro color.
En fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario