Dejarte la piel y los pies
y el caldo que rebosa del vaso siempre lleno
mirar hacia abajo, hacia la arriba, hacia la puerta
pero nunca hacia el frente.
Ser gritado sin gritar y esperar sin ser esperado.
Y darle una última vuelta,
subir la carga: uno, dos, dos y pico, dos y medio,
¿tres?
Correr despavorido y no darlo todo al principio
porque hay que aguantar hasta el final.
Aunque nunca llegue.
Y luchar porque tus piernas formen parte
de esa masa de piernas.
Seguir su ritmo y quedarte atrás;
y que tus brazos formen parte
de los pilares de la sala, que no se caiga, joder,
que no se caiga, adelante, atrás, abajo,
pero que no se caiga.
Y que tu cuerpo forme parte
de esa masa de cuerpos, que nadie mire,
que nadie pregunte.
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