Me enamoro de tus brazos
en el silencio
de una música muy fuerte
de fondo;
luego me enamoro de
las venas que suben
—y que a mí me suben
la temperatura de la sangre,
pero tú calla,
que sea nuestro secreto.
O sólo el mío—;
tus hombros,
que me llaman a gritos
y yo los callo.
Me enamoro de tu voz
grave
y me acuerdo de ellas todas
las noches
en la soledad
de mis brazos
que abrazan todo lo que no debería estar,
y tu voz me susurra
que no,
que nunca,
que nada.
Y yo le hago oídos abiertos de par en par
para que entres cuando quieras
si es que quieres
alguna vez,
ya sabes.
Cuando puedas.
Y no hablemos de cuando seas.
(Porque ahí está el problema:
que no eres
lo que deberías ser).
¿y si nunca sabe ser?
ResponderEliminar(ya tengo asumido que nunca va a saber ser, pero, sabes.
Eliminarme han dicho que la esperanza es lo último que se pierde.
y como ya he perdido tanto, pues mira, la esperanza me la guardo para mí)
muchas gracias, fantasma.